recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

miércoles, 20 de marzo de 2013

LA RAZÓN DE LA DERROTA: como no perder el coraje..



Artículo recomendado: Tener razón y ser derrotado, de J.A. Molina en dP 


"Este año se celebra el centenario del nacimiento de Albert Camús. A mediados del siglo pasado, en París, bullía una efervescencia cultural que abarcaba desde la metafísica hasta la chanson y cuyo centro eran intelectuales como el propio Camús y Jean-Paul Sartre, entre otros.  

Quizás se hallaron soluciones transitorias y dudosas, pero se plantearon los problemas que de verdad importaban. Políticamente es algo tan solvente que no se puede pedir más, sobre todo cuando hoy la derecha impone soluciones que significan la disolución o disminución de la política como actora de la vida pública y de las estructuras del Estado de derecho y la política se ha convertido para las fuerzas de progreso no en una lucha ideológica, sino en la trivialidad de la gestión que no pretende decidir sino gestionar y vulgariza la acción política reduciéndola a una cuestión de marketing y merchandising.  No hay mayor incertidumbre que no saber a dónde ir ni a dónde volver. 

Camus recordaba: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, golpeado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa.” Es la angustia que hogaño padecen las mayorías sociales desprovistas de los instrumentos ideológicos de defensa. Primo Levi escribía resignado: “si tuviésemos que compartir el sufrimiento de todas las personas, no podríamos seguir viviendo”.  Pero ante ello, las fuerzas de progreso deberían compartir el sufrimiento de todos y al no poder seguir viviendo en una sociedad donde exista el sufrimiento humano, luchar por cambiarla. 

Y sin embargo, el partido socialista vive los ámbitos orgánicos e institucionales en la permanente oscuridad de una endogamia cada vez más reluctante a desistir de los equilibrios de poder internos que sólo representan a aquellos que se nutren de ellos.  En este escenario, tan parejo a cuando el rey Lear entra con Cordelia muerta en los brazos para lamentarse: is this the promised end? (¿es esto el final prometido?), sólo queda la comodidad lampedusiana, el meritoriaje sin méritos, el exilio de las ideas, la abolición de la ideología, la hibernación de los principios, la tecnocracia ciega, el clientelismo inane, que puede conducir al socialismo a la irrelevancia política y a dejar sin respuesta las demandas de la sociedad..".



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Todo iba bien hasta que leí en el artículo las palabras "partido socialista..".  Una verdadera lástima..  La cita a Camus, un existencialista consumado de talante universal, nos había dispuesto alertados con el anhelo de disfrutar con el ejercicio de la lectura para oxigenar nuestro venerado músculo intracraneal, mediante una supuesta construcción de itinerario para un viaje intelectual hacia latitudes raras y ocasionales del pensamiento habitual.  Por desgracia, dicha expresión ha desmoronado el periplo por completo de un trastazo visceral.  

No obstante le pedimos, estimado Sr. Molina, que entendamos de una vez que no puede haber político honrado, ni gestor honesto, ni asesor gubernamental por su ética apreciado.  Porque no hay ser humano que nazca con dichos atributos bajo el brazo.  Si los hubiera.., son de cuna muy escasa y lejana a las praderas del poder público o ajenos a la vida del talante de un gestor o de una emancipada figura mediática.  Dichas aptitudes forman parte de la evolución que los seres humanos  programamos evolucionando para aprender a convivir positivamente en sociedades que, en teoría, deberían de colaborar para harmonizar su esfuerzo colectivo y paliar, así, cualquier modo del sufrimiento, ya sea individual o colectivo.  Como el que escasamente podemos deducir de la historia de nuestro pasado.

Las causas del sufrimiento social contemporaneo radican en la obsesión personal y el egoismo natural del individuo.  El que se mantiene porque aparenta no corrigirse en el tiempo debido a la impaciencia y celeridad.  Nuestro sistema educativo, escolar, parental y social, se mantiene bajo pésimas condiciones de mejora según los conceptos temporales que barajamos.  Los ascendientes actuales que se preocupan por la angustia y la tortura social pertenecen a un determinado rigor intelectual desde donde se ejercitan los valores de la conducta individual positiva, la que no tolera la injusticia porque no es buena.  Promueven el cooperativismo entre los pueblos y se condenan todos los sufrimientos individuales y colectivos de toda la sociedad.  Aunque éstos padres y madres, mantienen sus enseñanzas bajo un prisma de principios pragmáticos con el que mantienen a flote a sus descendientes, obligándoles a consolidar una vida plena sólo enfocados sobre las preocupaciones económicas y condenados a robar la paciencia y el bienestar de los demás.  Los parámetros del respeto ajeno, la concepción de la ética o del bien común no están a la orden del día en su diálogo como punto fundamental y necesario.  

Paralelamente, en las escuelas públicas, concertadas y privadas del territorio, con mayor o menor influencia de nuevas tendencias educativas que jóvenes y efervescentes maestros persiguen, a pesar de todo, mantenemos la forma más pésima educativa permitiendo una estructura indefinida de desarrollo en el futuro del individuo al que se somete.  Un planteamiento educacional consolidado en el pasado y definido por los entendidos como inservible para una sociedad que mantiene fuertes lazos con el desatre intelectual.  Algo que promueven los de arriba para que haya menos quejas y más esfuerzo en los campos laborales para la siembra de la ignorancia generalizada. 

No obstante, la intensidad del sufrimiento humano decrece, aunque a una velocidad inapreciable, despacio, continúa su camino.  Aunque en nuestros salvajes días de crisis desbordante de la razón no lo parezca, así es.  Sólo tenemos que imaginar de qué forma se vivía hace unos cientos de años en cualquier zona de esta nación de piratas.

Para marcarnos el trayecto a la conclusión, citaremos de nuevo al mismo autor sobresaliente Albert Camus, el gran argelino que supo rectificar de su más ferviente pasión por el existencialismo en la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir, imponiéndola a la noción del absurdo.  Un hombre que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales.  Una necesidad que le pareció tanto más evidente cuanto mayor era su convicción del absurdo del mundo.  Por desgracia, murió demasiado jóven y en pleno apogeo intelectual:

 "Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad".

Así que dejemos todos de lado las incoherencias, los colores y hábitos y pongámonos de una vez por todas seriamente a trabajar..







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