recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La evolución física de la política





En tiempos pretéritos, la figura del político surgió ante la necesidad social de paliar concretas maniobras opresivas dentro de un determinado contexto colectivo, siempre con la finalidad de mejorar la situación de la mayoría en la comunidad.  

A lo largo de la historia han surgido multiplicidad de intrépidas figuras con un elevado índice de intensidad personal, con buena firmeza de carácter, disciplina y con una solidez de criterio sólo comparable a la magnitud de aquello a lo que tenían que enfrentar sus argumentos, para dirigir por el camino positivo los ánimos de su particular compendio de sociedad.  

Precisamente esa dimensión de esfuerzo, si mantenemos esta linea definida de pensamiento puritano y positivo, sería equiparable, o bastante parecida, a la que podemos observar en los argumentos de la física newtoniana que describe: 

                  "si la resultante de las fuerzas aplicadas sobre un objeto es igual a cero, el efecto es el mismo que si no hubiera fuerza alguna. El cuerpo, por tanto, se mantiene en reposo o con un movimiento rectilíneo uniforme, es decir que no modifica su velocidad".

Si intercambiamos la "velocidad" de ese enunciado por el concepto de la "evolución en positivo" de cualquier sociedad, observaremos que las fuerzas que implementan el progreso de la política en su principio más imperativo, el fondo social, generan una fórmula precisa que condensa operaciones represivas del sistema natural elemental.  La constante de las fuerzas que intervienen empujando en la dirección hacia el futuro positivo, representa el paradigma que debemos solucionar, para obtener una línea progresiva con una constante de mejora en el fundamento de necesaria equidad.  

El ser humano posee capacitaciones diferenciadamente infinitas entre todos y cada uno de los individuos, los cuales, generalmente, nos distinguimos por alguna dependencia sobre medio natural en el que se encuentre nuestra realidad.  El concepto de "espacio-tiempo" es ahora tan fundamental que se puede incluir en las premisas de cualquier discurso político que albergue algún sentido dentro del debate racional.  De esta manera, conjugando las razones elementales que generan el desplazamiento espacio-temporal, las políticas deben renovar sus conceptos derivando las precisas soluciones desde el conjunto de la cambiante realidad.

Esa razón es, por tanto, la máxima que deberíamos aplicar para encontrar una fórmula que evalúe el talento discursivo de cualquier político en la actualidad.  Si el ejercicio se propone sobre tabula rasa, se determinará cierta discordancia deleznable en menor grado dentro de la armonía global.  El papel fundamental del político deberá ser exclusivo en contrarrestar la posibilidad de que su conjunto pierda el equilibrio y entre en un caos imponderable que trastorne al colectivo y produzca, de una forma obvia y garantizada, la inestabilidad total del sistema.

Para ello concebimos, por defecto, la constante en un entorno que en cualquier momento se puede disgregar, siempre dependiente de la situación de equilibrio que dispongan las fuerzas de empuje de nuestra demandada fórmula, ante la mayoría que constituya esa determinada sociedad.




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